El domingo 3 de abril de 2016 fue un día importante para el periodismo de investigación, para la información en el mundo, para el derecho de las sociedades de estar informadas; pero sobre todo, para quien hace un inadecuado uso de las palabras, para el pueblo panameño y para todos aquellos que, algún día en su vida, han juzgado al libro por su cubierta.
Se dio a conocer, y de manera simultánea, una revelación de gran trascendencia política, financiera y fiscal: Mi nombre es Panamá, y se me acusó a nivel internacional de haber creado una sociedad offshore; es decir, una empresa que está regristrada en un país donde no realiza ninguna actividad económica. Según la investigación más grande, jamás producida en el país y como lo ha mencionado el “Consorcio Internacional de Periodistas de la Investigación”; dichas empresas se constituían con el objetivo de evadir impuestos, ocultar riquezas, triangular fortunas y llevar a cabo actividades ilícitas.
Después de un año de investigación y a raíz de una fuga de información de 11.5 millones de documentos de la firma de abogados Mossak Fonseca, me han acusado poniéndole como nombre a este caso “Panama Papers”. ¡Me llevé una gran sorpresa! ¿Por qué lleva mi nombre? Esta información que fue llevada inicialmente a un periódico Alemán, acaso… ¿No involucra a muchos presidentes y políticos de alrededor del mundo? También comerciantes del arte, organismos de fútbol, traficantes de armas; todos ellos, con una nacionalidad que no es panameña. Entonces… ¿Por qué lleva mi nombre?
Permítanme defenderme. Si bien es cierto, Mossak Fonseca es una firma de abogados panameña, de la misma forma, lo son algunos prestanombres que se han regristrado como dueños de miles de compañías para esconder a los verdaderos propietarios; sin embargo, el primer ministro de Islandia no es panameño y está vinculado, el futbolista Leonel Messi no es panameño y está vinculado, el presidente Putin no es panameño y está vinculado. Yo, NO estoy vinculada y mi nombre es Panamá. Casi cien medios de comunicación de más de setenta países han usado mi nombre para llamar así al crimen financiero que han cometido algunas personas del planeta Tierra en general.
Ahora quiero hacer un llamado a mis compatriotas. Periodistas panameños, y por qué no, periodistas del mundo entero: Ustedes tienen un inmenso poder en sus manos, el poder de informar. Llamemos a las cosas por su nombre, no generalizemos porque detrás de cada información publicada, de cada aseveración está la esperanza y el trabajo de muchas familias inocentes. Ésta es una lección para el periodismo panameño donde la veracidad debe ir de la mano con la sensibilidad para que acompañe nuestras publicaciones y haya claridad en las palabras. Prudente y necesario es hacer también, un llamado a nuestros abogados y gobernantes, pues absolutamente nada está por encima de lo que pueda lesionar a la Patria. Los errores hay que aceptarlos, estuvimos en la mira como paraíso fiscal; y sin embargo, no hubo cautela y manejo cuidadoso para evitar esta lamentable noticia de impacto internacional.
A todos los que en ocasiones, hemos juzgado al libro por su cubierta, ésta también es una lección; y al pueblo panameño, amemos más que nunca este suelo que nos ha dado un techo y llevemos la bandera de nuestro país con orgullo donde sea que pisemos, hoy y siempre. Este es el momento de unirnos, de resaltar el paraíso que es Panamá, no un paraíso fiscal. Reconozcámosla como un paraíso que le ha regalado al mundo un puente que une la economía de todos los continentes. Un paraíso que le ha abierto las puertas a muchos extranjeros porque somos puente del mundo y corazón del universo.
Dice Rubén Blades que Panamá son las paredes de un barrio, es su esperanza morena: es lo que se lleva en el alma, todo aquel cuado se aleja. ¡Patria, son tantas cosas bellas!
El canal es Panamá.
La pollera, el típico, los diablicos son Panamá.
Oportunidades para todos es Panamá.
Hermosas playas y campos en el interior del país es Panamá.
El campesino que se levanta en la madrugada a ganarse el pan de cada día es Panamá.
El citadino o interiorano que maneja el taxi en Casco Viejo y que canta con alegría en el trayecto es Panamá.
Yo, una joven de 24 años, que se levanta todas las mañanas a estudiar su carrera universitaria, y que trabaja por la realización de sus sueños… yo soy Panamá.
Ahora que predomine la justicia, la responsabildad y que se cumpla con el debido proceso; pero llamándolo como es #GlobalPapers
Besos,
Sheldry.
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