Hace tiempo atrás quería escribirles sobre el valor de la perseverancia. Me nace escribirles sobre el tema porque la perseverancia ha sido mi arma de combate toda mi vida y ha jugado un papel crucial en mis triunfos y fracasos.
Mucha gente cree que me caen las cosas del cielo por ser miss, o que mis papás me envían un cheque todos los meses para resolver mis problemas cuando la verdad es que hace tiempo dejé de recibir dinero de ellos. Mucha gente cree también que todo lo deseado o solicitado se me hace realidad de la noche a la mañana.
Yo les puedo garantizar que nada de lo poco o mucho de los logros alcanzados hubiese sido realidad, sino fuese por mi perseverancia. Y puedo darles un ejemplo pequeño, sencillo y reciente de lo que les hablo:
Ayer tenía clases a las 7:00 a.m., me levanté a las 5:30 de la mañana para alistarme e ir a clases. La verdad es que lo pensé dos veces porque como estamos en la semana de finales, estos días son sólo para la presentación de charlas y ya había cumplido con la mía. Aún así, pensé en que lo correcto era ir y escuchar a mis compañeros. Bajé al estacionamiento, y resulta que mi auto se había quedado sin batería. Por supuesto que llamé enseguida para que un motorizado me jumpeara el auto y así poder seguir con mi rumbo. Cuando la persona de asistencia llegó, me comunicó que la batería ya era hora de cambiarla y me advirtió que si no lo hacía, el auto no iba a encender después de apagarlo una vez más. Tenía dos opciones: o lo jumpeaba y me iba a clases, aunque iba a llegar ya tarde; o por otro lado, decidía que me cambiaran la batería y me quedaba en casa.
Ya me habían soplado que estaban bajando 10 puntos a los que se ausentaban; sin embargo, estaba tan tarde que quizás lo mejor era quedarme. Para mí 10 puntos son importantes, y por esos 10 puntos elegí la opción de jumpear y seguir adelante. Llegué una hora tarde a clases, estaba lloviendo y el tranque era de locos; pero llegué. Al llegar la profesora me dice, “Sheldry, está eximida del final”. Resulta que sólo unos cuantos estudiantes de promedio A en la materia calificaban para eximirse, yo era una de esas. La asistencia a esa clase era determinante, era condición para que te eximieran. Yo sonreí con la satisfacción de que la perseverancia siempre trae consigo recompensas.
Claro que luego el auto no me encendió y perdí parte de la mañana cambiando la batería en la universidad; aun así, nada nubló mi día después de esa gran noticia de haber sido eximida.
Algunos dirán que mi anécdota fue tonta, pero mi punto es: si eres perseverante en las pequeñas cosas, si estás acostumbrado a muchos pequeños esfuerzos; entonces estás educado para afrontar grandes esfuerzos. Es un hábito, una chispa que viene del corazón, unas ganas más fuertes que cualquier excusa.
Ojo, no me refiero a luchar por lo que NO es para ti. Hablo de luchar sanamente por lo destinado para ti. Y hago la aclaración porque muchos malinterpretan y persiguen lo absurdo, lo que no les conviene, les hace daño, o no les corresponde. Cuando persigues lo que no es para ti, pierdes tiempo y energías, y dejas ir lo que sí te pertecene.
Podría escribir un libro lleno de anécdotas personales de persevancia, de hecho se me acaba de ocurrir escribirles uno de historias que me han contado y las propias vividas en los diferentes roles vividos. Hay muchas personas desconocidas con historias de perseverancia impresionantes. Mi papá es uno de esos, él empezó su vida profesional criando cerdos. Hay muchas personas con limitaciones físicas que han logrado grandes cosas y hoy día son líderes, son maestros de perseverancia.
He sacado una visa americana en tres días, he rescatado maletas de aduana, he conseguido citas después de muchos intentos, he cerrado negocios siempre anhelados… y se los aseguro, que detrás de cada uno de esos pequeños o grandes momentos de triunfo, la perseverancia ha sido la mejor cualidad. Cuando todo el mundo me ha dicho: “desiste”, “ya deja eso”, “no lo vas a lograr”, “¡estás loca!”… yo he guardado silencio para luego con mis actos responderles: ¡SÍ SE PUEDE! También me ha retado el desgano. Como todo ser humano, he tenido mis caídas y fracasos; pero incluso en esos momentos me he apoyado en la perseverancia para levantarme y seguir adelante.
Siento que este valor es un super poder que Dios nos dio. Creo que todos tienen en su interior ese super poder. Concéntrense y sáquenlo con todas sus fuerzas, sin miedos, sin prejuicios, con coraje, con la protección de Dios y sin olvidar la palabra mágica que les comenté en otra oportunidad: “Creer”, la cual me recuerda cada día que debemos creer en ese potencial del cual fuimos dotados para utilizarlo en el logro de nuestras más nobles aspiraciones.
Acuéstate tarde y levántate temprano si es necesario, difiere la salida al cine con tus amigas si es necesario, ¡Haz lo que sea necesario!
Besos,
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